Cuando la indiferencia duele… y sana
A veces la indiferencia no duele por lo que pasa hoy… sino porque despierta a la niña que no fue vista, la que aprendió que su voz no valía. Hoy sé que cuando alguien me ignora, no solo es el presente… es el pasado que pide ser sanado. Y al hablar desde el corazón, descubrí que las heridas dejan de ser cadenas cuando nos atrevemos a mirarlas.
HERIDAS DEL ALMA
Gabriela Juvera
7/16/20252 min leer


Cuando la indiferencia duele… y sana
Introducción
A veces creemos que ciertas actitudes solo “pasan” o que son parte de la vida diaria… hasta que nos damos cuenta de que detrás hay heridas que nunca miramos.
Hoy quiero compartirte una historia personal, porque tal vez —como a mí— te ha pasado sentirte ignorada o invisible… y sin darte cuenta, eso despierta algo mucho más profundo.
Te invito a leer y, quizá, a reconocerte en estas líneas.
La niña que buscaba ser escuchada
Cuando era niña, sentía que tenía que esforzarme para que mi familia me escuchara. Mis hermanos, que me llevan 9 y 13 años, ya eran mayores, y yo quedaba como la pequeña a la que pocas veces se tomaba en cuenta.
Con el tiempo, sin darme cuenta, empecé a mostrarme indiferente hacia algunas personas.
En la secundaria, por ejemplo, había maestros a los que las demás niñas buscaban agradar… y yo simplemente me mostraba fría o distante con ellos. Cuando ellos no me hacía caso yo era igual.
Los espejos de la vida
Hoy, al mirar mi vida con más conciencia, veo cómo las personas más cercanas —especialmente mi hija menor— se convierten en espejos de aquello que necesitamos sanar.
Al observarla, entendí algo que nunca había visto: cuando ella me ignora, por cualquier motivo, se despierta en mí una vieja herida… la de no ser vista.
Ese momento me llevó a recordar que mi mamá, en algún momento, me confesó que ella también se sintió así conmigo.
Y entonces lo vi con claridad: el patrón se había repetido.
La herida detrás de la indiferencia
La indiferencia no es solo un gesto superficial.
Es un síntoma de una herida profunda que nunca fue mirada.
Cuando alguien nos ignora, no solo duele el presente… se abre la memoria del pasado.
Se despierta esa niña que alguna vez habló con ilusión y fue callada.
Que opinó con brillo en los ojos… y fue ignorada.
Y aprendió, sin querer, que “lo que digo no vale”.
Por eso, cuando hoy alguien nos ignora, no es solo “esa persona” quien lo hace… es como si la vida repitiera lo que ya dolió antes.
¿Herir primero… para no sentir?
Durante mucho tiempo, mi reacción era atacar primero.
“Si no me ves, te lastimo antes… así duele menos.”
Pero debajo de esa defensa, nunca hubo maldad.
Solo había una niña que deseaba ser reconocida, validada, aceptada.
La sanación empieza al mirar dentro
El día que hablé con mi hija, desde el corazón, y le compartí cómo me sentía, algo se transformó.
Al abrirnos y hacer consciente esa herida, salió a la luz lo que había estado escondido y que no nos dejaba avanzar.
Hoy, mi mamá ya no está —hace 25 años que partió de este mundo— pero al sanar con mi hija, sentí que también sanaba mi historia con ella.
Porque la sanación viaja hacia atrás… y hacia adelante.
Y siempre empieza por nosotros.
Reflexión final
¿Qué tal si la próxima vez que alguien te ignore… eliges mirar hacia adentro antes de reaccionar?
Tal vez ahí encuentres no solo la herida… sino también el camino para sanarla. Cuando nos hacemos conscientes, el patrón deja de repetirse. Sanar es elegir vernos… y ver a los demás con el corazón abierto.