Sanando la herida del desarraigo
Hay heridas silenciosas que se arrastran por años, incluso por generaciones. Una de las más profundas —y menos comprendidas— es la herida del desarraigo.
HERIDAS DEL ALMA
Heridas que no se ven… pero duelen
Hay heridas silenciosas que se arrastran por años, incluso por generaciones. Una de las más profundas —y menos comprendidas— es la herida del desarraigo.
Yo la viví, y la reconozco en muchas mujeres que caminan con fuerza, que sostienen el mundo… pero por dentro sienten que no tienen un lugar real al que pertenecer.
Vivir sin raíces
Desde muy joven sentí que no terminaba de encajar en ningún lugar. Como si estuviera de paso en mi propia vida.
A veces con mi familia, otras con mi tierra, y muchas veces incluso en mi cuerpo.
Vivía en la mente, buscaba respuestas arriba, pero no me sentía sostenida abajo.
Mi alma pedía raíces… pero yo no sabía cómo dárselas.
El nombre de lo que sentía
Con los años comprendí que lo que sentía tenía nombre: desarraigo.
Es esa sensación de no pertenecer ni aquí ni allá. De haber perdido el vínculo con nuestras raíces, con el cuerpo, con la Tierra, con el linaje… y con la divinidad que vive en todo eso.
Cruzar el puente sagrado
En mi proceso de sanación, visualicé muchas veces un puente sagrado: ese espacio entre lo que fui y lo que estoy recordando que soy.
Un espacio de transición, donde aún no hay certezas, pero sí una profunda llamada a reconectar.
En ese puente me encontré con mi niña interna, con mi linaje femenino, con el dolor de mis ancestras, y también con mi cuerpo.
Empecé a honrarlo no solo como vehículo, sino como hogar sagrado.
Entendí que antes de buscar pertenecer afuera, necesitaba volver a mí.
¿Cómo se manifiesta el desarraigo?
En la necesidad constante de “hacer”, como si el valor estuviera en el logro.
En relaciones donde me perdía a mí misma por temor a estar sola.
En la dificultad de quedarme en un lugar, en una idea, en una decisión.
En una espiritualidad desconectada del cuerpo, más mental que vivida.
Sanar fue un ritual, no una meta
Sanar esta herida no fue inmediato… fue un ritual constante.
Comencé a caminar descalza en la tierra, a meditar con las manos sobre mi vientre, a honrar mis raíces españolas y oaxaqueñas, a escribirle cartas a mi linaje, a abrazar los silencios de mi historia sin vergüenza.
Y desde ahí, comencé a crear: talleres, rituales, encuentros.
Puentes.
Un mensaje
Mujeres sensibles, sabias, valientes, que sienten que hay “algo más”, pero no saben cómo llegar.
Mujeres que han sostenido todo… menos a sí mismas.
Tú también puedes volver a casa.
Tu cuerpo es templo. Tu alma es brújula. Tu linaje es raíz.
Y tú eres el hogar que siempre buscaste.
Journaling para volver a ti
Te invito a tomar unos minutos en silencio. Respira profundo. Vuelve a tu cuerpo.
Y escribe con honestidad:
¿En qué momentos de tu vida te has sentido desconectada de ti, de tu cuerpo o de tus raíces?
¿Qué parte de ti anhela pertenecer?
Si tuvieras que nombrar tu hogar interno, ¿cómo se vería? ¿Qué necesita para sentirse sostenido?
¿Qué puente estás cruzando hoy?
“Volver a ti es el viaje más sagrado que harás en esta vida. El camino no es afuera, es hacia adentro.”